Trastorno Bipolar
El trastorno bipolar es una enfermedad crónica, en la que el estado de ánimo oscila entre periodos de depresión y de manía. En las fases maníacas la persona presenta un ánimo exaltado, eufórico, que se acompaña de una sintomatología que puede ser perjudicial para uno mismo o para las personas de su entorno: insomnio, verborrea, aumento de la actividad, de los gastos, de las relaciones sociales, de la sexualidad, aparición de planes inadecuados (negocios, viajes, cambios vitales radicales), irritabilidad e incluso síntomas psicóticos.
En muchas ocasiones los primeros episodios pasan desapercibidos o son mal diagnosticados. De hecho se calcula que pueden pasar hasta 10 años desde los primeros síntomas hasta que es finalmente diagnosticada.
Las repercusiones de las fases de descompensación y la tendencia a repetirse en caso de no recibir un tratamiento adecuado, hacen imprescindible un seguimiento especializado que permita reducir el impacto sobre la vida de las personas que la presentan.
El Trastorno Bipolar tipo I incluye la aparición de cuadros depresivos y maníacos, mientras que el Trastorno Bipolar tipo II incluye cuadros depresivos e hipomaniacos. Esta variante del TB (tipo II), lejos de representar una forma leve, asocia una gran limitación funcional, dificultades de manejo y mayor riesgo de presentar más trastornos mentales adicionalmente.
La ciclotimia es un trastorno con curso crónico caracterizado por la presencia durante al menos dos años de numerosos períodos de síntomas hipomaniacos que se alternan con periodos de síntomas depresivos (que no llegan a constituir un episodio depresivo mayor). Aunque antes se consideraba dentro de los trastornos de personalidad, en la actualidad se conceptualiza como un trastorno anímico independiente del trastorno bipolar.
Por definición, el Trastorno Bipolar es un trastorno crónico y con tendencia a la recurrencia de fases depresivas y maniacas.
De este modo, si bien algunos estudios reflejan que hay personas que sólo tienen un único episodio (en torno un 15%), lo más habitual es que se produzcan nuevas recurrencias a lo largo de la vida.
La evolución de la enfermedad es muy variable de una persona a otra, dependiendo entre otros factores de:
- El trastorno bipolar en sí: los hay de curso más benigno y otros más complicados.
- La adherencia al tratamiento: que en caso de ser buena reduce enormemente el riesgo de recaída.
- La existencia de un buen seguimiento por parte de un psiquiatra.
- La psicoeducación: el conocimiento sobre el trastorno y de los hábitos que ha de seguir uno mismo para cuidarse.
- El abuso de sustancias: problema frecuente en las personas con trastorno bipolar y que ensombrece el pronóstico.
A menudo las personas con trastorno bipolar rechazan el tratamiento, por miedo a los efectos secundarios, por prejuicios respecto a este o por rechazar tener la enfermedad. Afrontar un trastorno bipolar sin ayuda especializada supone un sufrimiento enorme tanto para el paciente como para el entorno, sufrimiento que se puede evitar con el tratamiento.
Los objetivos generales del tratamiento son
- Disminuir la frecuencia, severidad de los episodios
- Reducir las consecuencias psicosociales.
- Mejorar el funcionamiento psicosocial.
El tratamiento requiere tanto de un abordaje farmacológico (específico en función de la fase en la que se encuentre, maníaca, eutímica o depresiva), como psicoterapéutico (para abordar el autoestigma, mejorar el ajuste social y familiar, identificar y reducir factores desencadenantes) como psicoeducativo (que permite mejorar la conciencia de enfermedad, conocer mejor las fases y aprender a detectarlas precozmente).
